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El primer ingreso

  • Foto del escritor: Mujer inversionista
    Mujer inversionista
  • 7 feb 2018
  • 3 Min. de lectura

Las finanzas habían sido un tema que creía que no debía importarme. Pensaba que si me interesaba en eso seguro era una capitalista, avariciosa y con poca ética. Éstas creencias venían de muchas fuentes a mi alrededor, familia, amigos, anuncios publicitarios, programas de televisión y claro, la religión.

Fue hasta hace poco que realmente comencé a preocuparme por este tema. Quise independizarme y entonces mi padre me dijo: serás realmente independiente cuando puedas mantenerte tú sola sin depender de nadie.

Y entonces, caí en bancarrota.


Yo estudié una licenciatura y muy emocionada, estudié una maestría con beca. Aunque más joven tuve algunos trabajos y vendí por catálogo, no era realmente consciente de la importancia del dinero en la vida. He de admitirlo, para mí pensar en dinero era casi inhumano. Fue entonces cuando entré en la maestría y obtuve lo que podría considerar mi primer trabajo. Cada mes en una tarjeta de plástico me llegaban 8mil 400 pesos. Era para mí una enorme cantidad. Me encontraba lejos de mi familia, viviendo con roomies, y entonces el mundo era mío.




Fui poco a poco cayendo en la trampa de los meses sin intereses, de los gastos emocionales, del YOLO (You Only Live Once). Al principio me planteé guardar algo de dinero porque estaba acostumbrada a vivir con menos de eso al mes. Soltera, sin obligaciones, sin deudas. Pero poco a poco me fue alcanzando para menos, resulta que gastar cuando sientes que no hay prisa por el futuro es realmente fácil. Recibir dinero cuando no sabes cómo manejarlo es tan peligroso como querer manejar un auto por primera vez en una ciudad como el DF. El resultado de esto sería evidentemente un choque. Y eso es justo lo que me pasó.



Hablando de coches, debo decir que una de las mejores inversiones, mejor dicho, la única buena inversión que hice fue comprar un coche. Decidí después regresarme a mi ciudad de nacimiento con todo lo que me cupiera en él, así que las demás cosas las regalé. Así de fácil de deshice de las cosas que poco a poco fui comprando.

Llegué a mi ciudad y entonces, como quise seguir con mi vida independiente decidí rentar un espacio para mí, mi propio departamento que pude alquilar con lo poco que me había quedado y entonces, fue aquí cuando sucedió "mi gran choque".

Te preguntarás, ¿por qué no ahorraste algo para este momento? La respuesta es muy fácil, pensé que el dinero aparecía mágicamente en un cajero automático. Además, licenciada y con maestría, pffff encontrar trabajo iba a ser realmente fácil. Pero no lo fue, y sobrevivir fue cada día más difícil.



Tenía dos opciones, la primera era la fácil: regresar a casa de mis padres. Ahí tendría techo, comida, servicios, muebles y hasta internet. También tendría tiempo, mucho tiempo. Todo el tiempo que yo quisiera para tomar vuelo, es más, seguro hasta dinero para salir con amigos y ponerle gasolina al coche, en pocas palabras, regresar sería andar sin prisas ni angustias. La otra opción, sufrir y sufrir hasta que encontrara una forma de salir adelante por mí misma y lograr esa independencia de la que tanta razón tenía mi papá.

Afortunadamente, decidí sufrir. Así fue, mi orgullo y mi necedad o como quieras llamarle, fue lo que me mantuvo ahí. Durmiendo en un colchón inflable, usando cosas recicladas como muebles y como objetos decorativos, con un baño que funcionaba con cubetas y a jícaras, sin estufa y con un perro que alimentar. Algún día quisiera comprar ese departamento, sólo para recordar que he luchado mucho para llegar a donde estoy ahora.

¿Por qué te cuento esto? Porque creo fervientemente que cuando tienes los ojos tan cerrados y una visión tan equivocada del dinero y de la vida, caer en un pozo o tocar fondo es muy fortuito. Si tienes suerte, pasarás por un momento donde todo tu mundo se vea derrumbado, donde no sepas el camino, ni cómo levantarte ni con qué fuerzas seguir y te encuentres quizá sola, quizá acompañada pero que llegue ese momento en que tengas que encontrar la fortaleza en ti para seguir adelante. Si te ha llegado ese momento o estás pasando por él, considérate muy afortunada.

 
 
 

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